¿No os encanta?
Por las noches, la Orencia le vendaba las manos. Este sacrificio porporcionaba a Sebastián la satisfacción de ver como sus uñas achaparradas, desbordadas por la carne de las yemas de los dedos, iban creciendo, elevando y desarrollando su natural frontera. A veces le asaltaban unos deseos casi irreprimibles de despojar las manos de aquellos arapos y morder hasta arrancarse las puntas de aquellas uñas, magras y apetitosas. La contención le volvía loco. Era como el primer día de un fumador que ha dejado el cigarro. Se desazonaba y no encontraba orden ni razonamiento en su cerebro. Pero también, esfuerzo a esfuerzo, fue dominando este vacío. Y un buen día se dio cuenta de que sus manos pequeñas y nudosas habían ganado mucho, desde el punto de vista estético, coronadas por aquellas uñas formadas y normales.
Aún es de día.
Miguel Delibes.
Aún es de día.
Miguel Delibes.
1 Comments:
A mí no me gusta. A mí sólo me gusta el reguetón.
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